Cuando el dolor en una boca tiene una causa dentaria, puede tener dos orígenes. Uno es el tejido pulpar (coloquialmente llamado nervio) de ese diente. Cuando este tejido se inflama se comienza a notar una sensibilidad aumentada al frío. Si la inflamación persiste, dolerá al frío y luego también al calor. En un estadío más avanzado, se sentirá un dolor profundo, sordo, continuo y con sensación de pulso. Después dejará de doler porque ese tejido ha agotado su capacidad de defensa y se necrosa (se destruye) pero continuará con infección y puede provocar un flemón.

El otro origen dentario del dolor es el ligamento que sujeta el diente al hueso (ligamento periodontal). Este ligamento es un tejido con una rica inervación por lo que al inflamarse provoca una periodontitis que es dolorosa, sobre todo a estímulos de presión (al tocar el diente o masticar). Si este proceso persiste o se infecta dará lugar a un abceso periodontal que además de dolor puede provocar supuración.

Cuando el dolor no es de causa dentaria puede tener su origen en otras estructuras de la boca como es la articulación temporomandibular (articulación de la mandíbula con el hueso temporal en la base del cráneo), que suele provocar dolor y chasquidos al abrir y cerrar la boca. Puede llegar incluso a causar molestias en la zona cervical del cuello.

También puede tener el dolor un origen neurológico (en alguna rama nerviosa) como ocurre en la neuralgia del trigémino, provocando intensos dolores que se suelen desencadenar respondiendo a algún estimulo.

Otra veces el dolor puede tener un origen vascular (en los vasos sanguíneos) y afectar a diversas áreas de la cara, cabeza o boca.

En algunos casos, el tratamiento del dolor requiere la colaboración entre varios especialistas y el uso de fármacos, que deberán ser prescritos por tu dentista o médico especialista con las pautas adecuadas.

¡Recuerda acudir a tu dentista al sentir los primeros síntomas! ¡No esperes a que el dolor sea más intenso!